Alguien, hace mucho tiempo, dijo que todo crecimiento ocurre fuera de nuestras zonas de comodidad. Eleanor Roosevelt mencionaba que todos los días tenemos que hacer algo que nos dé miedo. Tim Ferris afirma que el éxito de una persona normalmente se puede medir por el número de conversaciones incómodas que él o ella están dispuestos a tener.
Lo que trato de decir es que el miedo, en su forma más simple, no es una excusa o razón válida para no intentar algo. De hecho, el miedo debería de ser la razón principal para hacer aquello que te atemoriza, porque ese sentimiento significa que tienes la oportunidad de crecer como individuo.
“El miedo no es real, el único lugar en el que el miedo puede existir es en tus pensamientos sobre el futuro. Es un producto de nuestra imaginación, haciéndonos temer cosas el día de hoy que tal vez nunca existan. No me malinterpretes, el peligro es real, pero el miedo es opcional”. – Will Smith
En mi opinión, el miedo es solo un vestido largo y obscuro, con textura de incomodidad que cubre la belleza de experiencias, oportunidades y habilidades por aprender que realmente valen la pena.
El miedo es un viejo amigo que todos tenemos en común, el cual se acerca a nosotros cuando queremos intentar algo nuevo o algo que queremos con mucho fervor. Nos invita a quedarnos en nuestra zona de comodidad por el simple hecho de que es un sitio seguro. Nos hace manejar nuestras expectativas para limitar nuestra imprudencia. ¡Pero en lugar de hacerle caso, debemos ignorarlo!
Piensa en algo que solía atemorizarte, algo que te hacía ponerte nervioso/a, pero que hoy en día ya no, lo más probable es que el miedo ya no este ahí porque en algún momento tomaste la decisión de ignorarlo o probablemente has dejado que tu miedo genere mil escenarios diferentes sobre como se desenvolvería cierta situación en tu vida, pero al final te diste cuenta de que ninguno de esos escenarios que creaste en tu mente sucedió.
Permíteme darte un pequeño ejemplo; cuando tenía 14 años me mudé de la ciudad de México a Houston sin saber como hablar inglés. Los primeros 2 años no me gustaba hablarlo por miedo a que mis compañeros de clase se burlaran de mí y mi acento. Tenía tanto por decir, y solo por miedo no lo hacía. Yo sabía que para poder mejorar mi fluidez y mi acento tenía que practicar mi inglés. Sabía que una vez que pudiera hacerlo iba a poder tener más amigos e iba a poder expresar mis ideas, pero lo más importante, iba a tener una voz. Después de 2 años en una prisión con paredes de silencio y barras de frustración, iba a poder ser libre, lo único que me detenía era el miedo. Una vez que decidí ignorar mi miedo, mi vida cambio por completo y el resto es historia. No fue fácil, pero valió la pena.
El miedo viene a nosotros cuando estamos a punto de embarcarnos en una transición de vida emocionante, o cuando estamos a punto de aprender algo nuevo. En cierta forma, el miedo nos indica en que áreas tenemos que mejorar para poder ser la mejor versión de nosotros mismos.